sábado, 14 de noviembre de 2009

Mi aventura de ser docente

Al igual que Esteve todos los docentes experimentamos al inicio de nuestra labor docente los nervios, el temor guardado de enfrentarnos a 50 muchachos que no conocemos y muy pocos años menor que nosotros. Nadie nos enseña a ser maestros y sin tener a quien preguntarle que debo de hacer en el salón de clases, como debo de expresarme, como iniciar la clase, en verdad los nervios nos hacen sudar y tenemos que recurrir al comentario de ¡hace calor¡ para quitarnos un poco la presión.
Sin embargo sacamos fortaleza de no sé donde e iniciamos tratando de imitar a las y los profesores que nos formaron. Ese primer día de trabajo es interminable, esperamos ansiosos que concluya la clase para casi salir huyendo del salón. Con el paso de los días y la generación de confianza entre los estudiantes vamos sintiéndonos más cómodos, más libres y como dice Esteve nos ganamos la libertad de ser profesor.
Una vez templados los nervios nos abocamos a enseñar sin reparos lo que sabemos, ya tenemos respuestas para cualquier pregunta que nuestros muchachos nos hacen, en Matemáticas es necesario preparar la clase, seleccionar los ejercicios para avanzar de forma gradual, primero los sencillos que nos ayudarán a razonar e ir trabajando poco a poco los de mayor complejidad.
A estos años de servicio los nervios y los temores son casi insignificantes e ir a la escuela se ha vuelto tan normal como comer o bañarnos. En la docencia se viven momentos de alegría y de satisfacciones, pero también se experimentan dificultades y desazones. Por ejemplo cuando después de varios años un muchacho o muchacha nos saluda y la verdad no la recordamos y nos dice quien es y que es: una profesionista exitosa, un presidente municipal, un funcionario de gobierno, etc., y nos recuerda con cariño y nos saluda con respeto es un gran momento de satisfacción de sentir que con los años he dejado huella en aquellos jóvenes a los que contribuí a formar. Esta profesión también tiene momentos de tristeza muchos, cuando una vez viví la muerte de un alumno excelente, por una enfermedad congénita, estamos impotentes ante estos hechos y son momentos de verdad muy dolorosos ver a sus padres destrozados, a sus compañeros llorando es una experiencia difícil.
Concluyo este breve comentario incluyendo el párrafo final del maestro José M. Esteve, con la diferencia que los profesores actuales si vemos el futuro, porque lo que hemos hecho queda en el recuerdo, es historia, pero aún tenemos camino por delante tenemos que prepararnos porque el aprendizaje es infinito, nunca dejamos de aprender en y a lo largo de la vida.

El orgullo de ser profesor

Y ahora, ya, el tiempo corre en mi contra. No espero nada nuevo del futuro: he hecho lo que quería hacer, y estoy donde quería estar. Es posible que mucha gente piense que ser profesor no es algo socialmente relevante, pues nuestra sociedad sólo valora el poder y el dinero; pero a mí me queda el desafío del saber y la pasión por comunicarlo. Me siento heredero de treinta siglos de cultura, y responsable de que mis alumnos asimilen nuestros mejores logros y extraigan consecuencias de nuestros peores fracasos. Y, junto a mí, veo a un nutrido grupo de colegas, en las zonas rurales más apartadas y en los barrios más conflictivos, orgullosos de ser profesores, trabajando día a día por mantener en nuestra sociedad los valores de la cultura y el progreso... entre ellos hay valiosos maestros de humanidad: hombres y mujeres empeñados en enseñar a sus alumnos a enfrentarse consigo mismos desde el preescolar hasta la Universidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario